miércoles, 11 de septiembre de 2013

Georgia O´keeffe.


P.D: Querida Georgia, si lees esto hazme saber tu opinión, quiero empezar a escribir sobre ti, yo sé quién eres realmente, mi amigo Jack podrá publicarlo si así lo deseas, sé que las palabras no te definen, pero una mujer como tú merece perdurar en el tiempo, y sé que así será a través de tus obras y mis fotografías. Pero por lo menos permíteme sentirte más cerca plasmando nuestra historia. Ten siempre presente que para mí no eres una vez, eres todas las veces. Siempre tuyo, Alfred Stieglitz.
 
 
No empezaré con el típico “Érase una vez” porque ella no era una vez, ella fue todas las veces.
Tengo grabado en mi memoria ese día, no sabía que era ella cuando vi entrar a una mujer en mi galería de arte, recorrió con la vista el gran salón lleno de cuadros y fotografías de grandes artistas y fijó la mirada en un cuadro en específico. Me acerqué:
-Maravillosamente genuino, ¿no?
-Muchas personas no piensan lo mismo, quítelo.
-(Desconcertado) ¿Ah? ¿Quién se cree para venir a imponerme eso?
-Bueno, (sonriente)  soy Georgia O´keeffe.
Desde ese mismo instante jamás dejé de hacerle saber lo maravillosa que era, sólo que siempre me referí a su creación y nada más. Me enamoré como un adolescente que cree que tomar de la mano a su amada es lo más increíble que puede existir y ella me correspondía, aunque no logro entender aún qué fue lo que vio en mí, solo era un viejo  y reconocido fotógrafo de Nueva York que captaba su belleza y feminidad en imágenes y que ciertas noches le hacía el amor.
Irreverente y cautelosamente directa. El mismo día de nuestra boda me hizo saber delante del notario y los testigos que no se pondría mi apellido ni el anillo, y en seguida me dio el beso más lleno de amor que hasta ese momento había sentido.
Nunca había sido tan feliz, a pesar de haber tenido un matrimonio anterior con dos hijos incluidos que ahora no quieren ni escuchar mi nombre, pero eso no importó, Georgia fue mi todo, hasta la sentía como mi hija.
En el momento en que presenté en una exposición las fotografías que tenía  de cada parte de su cuerpo, totalmente desnudo, todo el círculo de artistas y periodistas supieron quién era, conocieron su belleza, su talento y su obra comenzó a ser valorada al mismo tiempo en que nuestro mundo comenzaba a derrumbarse.
Todo lo planifiqué, cada detalle… Georgia entró en el gran salón, y al ver todas sus fotos salió enseguida, la seguí y estaba llorando sentada en el piso.
-Mi cuerpo es solo para ti, esas fotos fueron para ti, es muestra de mi gran amor… ¿Cómo pudiste mostrárselas al mundo?
-Georgia, están todos asombrados de lo que eres, de lo que transmites, de tu esencia, a partir de hoy todo el mundo sabrá quién eres.
-No quiero que sepan quién soy, no quiero hablar con nadie, no quiero decir nada, ni las palabras ni mi cuerpo son valiosos para mi, no quiero que me conozcan por eso. Si van a saber quién soy, que lo sepan por mis cuadros, que me vean en mis trazos, en mis líneas, en los colores… allí sabrán perfectamente quién soy.
Hay otro recuerdo, ese sí quisiera borrarlo, pero es imposible porque fue el momento en que la perdí, perdí su alma. Fue en el garaje donde ella solía pintar donde me encontró con Dorothy, la nueva socia de la galería.
Ella se fue a Nuevo México, nos escribimos por un tiempo, me dice que es feliz rodeada de la naturaleza, dice que es a donde siempre perteneció. Dijo una vez que yo necesitaba a alguien a quien pudiera moldear a mi antojo y quizás tenga un poco de razón.


 

 

 

 

 

 

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