Acostada en el césped, el Sol me
da en la cara y veo las nubes con los ojos entreabiertos. Es una cálida mañana
de domingo, la brisa corre y todo es perfecto en ese pequeño instante infinito.
Cierro los ojos y aparece él. Sí,
él. No ese él que todos creen o que tanto he nombrado, sino él, mi él. Fue un
sueño? O en realidad sucedió? Pienso. Es muy poco el tiempo que logro mantener
mi mente en blanco, lástima.
Es mentira que va a venir,
siempre es mentira. Sin nada que perder ya, espero. Una hora ha pasado, no
entiendo cómo no me he cansado de esto.
Llega. No puede ser. Hubiese
preferido que no, al sentir como el corazón casi se me sale por la garganta. Es
él. Mi él. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, un
año, 6 meses y 12 días. Cuando todo
acabó, sentí como si me desgarraran los órganos, o mejor dicho, como si me
halaran eso que llaman alma y simplemente aquí está, frente a mí, esperando una
respuesta a la absurda preposición que me había hecho un día antes en una
llamada. “Vente conmigo”
Pero no puedo irme, dejar todo
por él y olvidarme de toda esa historia que por cierto, no fue un sueño. Y mis
estudios? Mi trabajo? Mi vida? Y lo que
siento? Todo esto pasó por mi cabeza en los segundos en que nuestras miradas se
cruzaron.
-Hola. Me dice.
-Hola.
-Necesito que me perdones.
-No me pidas perdón, el daño ya
está hecho.
-Lo sé.
Silencio absoluto, desvío la
mirada hacia el lado derecho y veo dos niños jugando con una pelota, me siento
en el limbo. Se desata una guerra de emociones justo debajo de mi cuello, al
lado izquierdo; me coge las manos. Me siento desarmada.
-Yo necesito que me des unos
minutos. Le digo.
-Aquí estoy.
-Lo sé.
Me suelto de sus manos y me alejo
caminando hacia el lado izquierdo del parque, “Estoy profundamente enamorada”,
“no es justo que después de tanto sufrimiento ceda como si nada”, “el verdadero
amor perdona”, “lo amo”, “lo odio”, “quiero casarme con él”, “quiero no haberlo
conocido nunca”, “No puedo perdonarlo”, “no puedo perdonarme”, “sin él estoy
bien”, “lo necesito en mi vida” y empiezo a sentir el corazón como una
licuadora, un nudo enorme en la garganta y las lágrimas no pueden aguantarse
más. Volteó hacia él, lo veo desde lejos y poco a poco, como si me acercara a
un incendio, camino de vuelta a donde está.
-Ven conmigo. Me dice.
-Ven conmigo tú.
-Acaso no es lo mismo?.
-No, no lo es.
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